Tensiones renovadas en el Egeo
Pocos días después de un esperanzador encuentro entre Hakan Fidan y George Gerapetritis – ministro de exterior turco y griego respectivamente – la contraparte turca recuerda la realidad poliédrica del Egeo, y advierte de que la militarización de las islas griegas cercanas a territorio turco debe cesar cuanto antes. La guerra del Peloponeso narrada por el que muchos consideran primer historiador – Tucídides – no aconteció en un lugar cualquiera, y los herederos de las naciones que la protagonizaron siguen disputándose el sinfín de rocas que forman el mar Egeo.
La reunión
No se puede entender las tensiones del Egeo desde un único prisma. Fiel a la anarquía geográfica de sus islotes, la disputa refleja un terreno donde los derechos marítimos se mezclan con los aéreos y terminan influyendo en la militarización del terreno. Así, la reunión celebrada por Fidan y Gerapetritis el 8 de noviembre trató de abarcar cada uno de estos temas. “Tenemos problemas en el Egeo; no solo tenemos un problema, tenemos muchos problemas y tenemos que discutirlos” recordaba el ministro de exterior turco.
Una vez más, las intenciones fueron positivas, pero la falta de pragmatismo en la búsqueda de soluciones hizo que pocos días después, ya en su propio despacho, Fidan volviera a recordar las prioridades turcas: “la continuación de la militarización de las islas, que deben desmilitarizarse, la plataforma continental, las aguas territoriales, las formaciones cuyo estatuto no se ha determinado, el espacio aéreo, la ZEE”. Además, hizo un especial hincapié en las minorías turcas residiendo en Tracia Occidental, recordando que “espera que Grecia evite provocaciones” y que “el estatuto de la minoría turca en Tracia Occidental y de los nacionales turcos en el Dodecaneso siguen siendo prioridades para Turquía.”
De esta manera, puede parecer a primera vista que la historia simplemente se repite, y que lejos de encontrar una solución, los países se encuentran relativamente cómodos en este ficticio status quo. No obstante, haríamos mal en no atender a los sucesos políticos que rodean la disputa por el Egeo, especialmente en panorama internacional actual. Desde las consecuencias de la guerra de Ucrania y la importancia de una salida desde el mar Negro; pasando por el apoyo explícito de la Comisión Europea a Grecia; hasta la propiedad de los depósitos de hidrocarburos colindantes a las costas chipriotas; las tensiones en el noreste del mediterráneo son dignas de la atención internacional.
Antecedentes en el Egeo
Aunque el inicio directo de las tensiones actuales pueda datarse en la década de los 70, las tensiones entre las naciones que ahora componen Grecia y Turquía pueden remontarse hasta 400 a.C. Aun así, es la Guerra Greco-Turca acontecida entre 1919 y 1922 la que da comienzo a la consecución de sucesos que llega hasta lo que hoy conocemos como disputa del Egeo. El fin del imperio otomano ensombreció la victoria turca en la guerra contra Grecia, y mediante el Tratado de Lausana (1923) tanto la nueva República de Turquía como la de Grecia establecieron sus fronteras. Con ello, se llevó a cabo uno de los mayores intercambios poblacionales de la historia – 1,6 millones de griegos fueron expulsados de sus residencias en Anatolia, y aproximadamente 670,000 turcos sufrieron la consecuencia inversa. A fin de evitar las potenciales tensiones étnica, ambas naciones pactaron que una salida sencilla sobre papel, pero compleja en lo social sería la mejor opción. En este tratado ya se mencionaba el imperativo turco para que Grecia desmilitarizara determinadas islas, y el griego para que los estrechos estratégicos – como el de los Dardanelos – lo hicieran también.
Más de una década después, en 1936, lo acordado en 1923 quedaría atrás, y la Convención de Montreux reconfiguraría el estado de los estrechos y su correspondiente militarización. La soberanía de los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos fue finalmente devuelta a Turquía de manos del Reino Unido, y con ello un mayor control turco del acceso al mar Egeo. Ya en 1947, los Tratados de Paz de París fueron los responsables de la transferencia de las Islas Dodecaneso a Grecia. La presencia de ambas naciones en la OTAN, y el acercamiento entre la Comunidad Económica Europea y Turquía en la década de los 60 simbolizaron cierto nivel de entendimiento. Aun así, las interpretaciones hechas por las partes de cada uno de estos tratados y convenciones sembraron un caldo de cultivo propicio para lo que iba a acontecer en la década de los 70.
Aun grande y extenso en historia e importancia, el mediterráneo no deja de ser un pequeño mar que no puede satisfacer los intereses de todos los países que lo limitan. Así, el sonido de los gritos y batallas del Egeo llegaron hasta a la isla de Chipre en 1974. Con un pasado colonial británico y otomano; un intento clandestino griego de unificación en los 50; y una intervención de la ONU en el 64 destinada a mediar entre las comunidades turcas y griegas, Chipre protagonizó, y aún sigue sufriendo, la externalización de la disputa por el Egeo. Un golpe de estado apoyado por Grecia provocó una invasión turca, con la subsiguiente partición de la isla y la creación de la República Turca de Chipre del Norte en 1983– solo reconocida internacionalmente por Turquía.
El conflicto en Chipre fue un claro reflejo de la disputa histórica que ambos países han protagonizado, aun así, no es la soberanía de Chipre el núcleo del problema en el Egeo. Desde 1974 – especialmente durante la década de las 70, principios de 2000 y 2010 – charlas bilaterales han tenido lugar en relación con la principal preocupación de Grecia y Turquía: delimitación de la plataforma continental, la militarización de islas en el Egeo, y las violaciones del espacio aéreo.
Las negociaciones mantenidas durante la década de los 70, condicionadas por el reciente conflicto en Chipre y el ingreso de Andreas Papandreou al gobierno griego, no surtieron los efectos esperados. De igual manera, fueron las elecciones griegas de 2004 y la toma de poder de Costas Simitis – que creía que un acuerdo sobre la disputa beneficiaría a su predecesor – lo que hizo que se desaprovechara una de las oportunidades más grandes que hubo para resolver el conflicto. Finalmente, las conversaciones acontecidas a principio de la década pasada estuvieron totalmente condicionadas por un alejamiento de posiciones entre la UE y Turquía y un miedo a que lo opinión pública de cada nación viera como una derrota el acuerdo – especialmente la griega por su mala situación económica y la potencial hegemonía regional de Turquía.
Así, la disputa sigue abierta. Sucesos como la supuesta expedición en busca de gas por parte de Turquía y su busque “Oruc Reis” en 2020, fue interpretada por su contraparte como una violación territorial de soberanía. Aunque en términos generales las tensiones hayan ido a menos, Grecia y Turquía siguen estando lejos del entendimiento.
Derechos marítimos, militarización y espacio aéreo
En relación con los derechos marítimos, tanto la extensión de las aguas territoriales como de la de la plataforma continental son objeto de conflicto.
Las aguas territoriales se extienden hasta las 12 millas náuticas para todo firmante de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar – UNCLOS por sus siglas en inglés. La firma de dicha Convención se convirtió en 1997 en un movimiento estratégico en favor de los derechos marítimos de Grecia. Mientras que bajo el anterior acuerdo – 6 millas náuticas – Grecia ocupaba 43,5% del mar Egeo, tras la firma el país heleno procedería a tener la soberanía del 71,5%, frente a un 8,7% turco. Las alarmas saltaron rápidamente en Ankara. La aplicación la Convención privaría a Turquía de una de sus dos islas costeras (Imbros y Tenedos) del mar Egeo; de sus derechos de acceso a alta mar desde sus aguas territoriales, así como de los beneficios económicos derivados del Egeo. Así pues, cualquier aumento más allá de las 6 millas es inaceptable para Turquía y, al menos retóricamente, representaría un casus belli.
Algo similar ocurre con las normas relativas a la plataforma continental. La discrepancia en relación con el punto desde que se tiene que calcular la distancia de la plataforma – 200 millas náuticas – asevera el temor mutuo a un mayor acceso a recursos como el hidrocarburo y otros gases naturales. Grecia considera que son sus islas el territorio desde el que se deberían contabilizar las millas náuticas. Turquía en cambio, toma como punto de referencia el continente, la tierra firme. Así, desde que en 1973 Grecia descubrió el campo petrolero de Prinos en el noreste del Egeo, la contienda por la soberanía de los recursos en el Egeo ha sido el principal impedimento para una delimitación consensuada de la plataforma continental. Sucesos como el del Oruc Reis y la isla de Kastellorizo denotan la falta de consenso en cuanto a la extensión de la plataforma, y la relevancia económica que esta puede llegar a tener.
En cuanto a la desmilitarización, las declaraciones del ministro de exteriores turco confirman la perentoriedad de la cuestión. La desmilitarización de islas griegas es objeto de confrontación diplomática desde el Tratado de Lausana. Aun así, tanto la invasión turca de Chipre como la creación del Ejercito del Egeo de mano de Turquía, proporcionaron a Grecia con una justificación práctica, aunque no legal, para desplegar tropas en islas como Limnos, Samothraki, Lesbos, Samos, Quíos o Icaria. Son muchos los tratados y convenciones que han recaído históricamente sobre las islas que forman el Egeo. La ambivalente interpretación de estos por cada una de las partes, y los sucesos que han tenido lugar paralelamente, no han hecho más que ofrecer a las partes razones geoestratégicas para, lejos de la legislación internacional, hacer uso del Egeo en su beneficio.
Finalmente, el espacio aéreo constituye otra de las puntas de lanza de la disputa en por el Egeo. Violaciones de los espacios aéreos de ambas naciones han incrementado la desconfianza mutua en los últimos años. Sólo en los primeros 8 meses de 2022 Turquía informó de 1123 violaciones de su espacio aéreo y marítimo. Grecia por su parte, registró 78 violaciones aéreas en agosto de ese mismo año. De esta manera, se incumple el Servicio de Información de Vuelo – FIR por sus siglas en inglés – que prevé un intercambio de información de vuelos y servicios de alerta entre países colindantes y de una misma región.
Implicaciones geopolíticas
Son muchos los frentes abiertos que incluyen al Egeo como actor principal. Las disputas en entre ambas naciones puede repercutir directamente tanto en la unión y cohesión interna de la OTAN, como en la relación comercial y diplomática entre la UE y Turquía. Aunque Turquía haya redirigido su atención y sus recursos hacia el este de noreste y sureste de sus fronteras desde principios de siglo, el papel del Egeo sigue ocupando un papel especial en su agenda internacional más próxima.
Según la conocida Doctrina de la Patria Azul – ideada por Cihat Yaycı, almirante de la Armada –Turquía tiene el derecho, e incluso la necesidad geoestratégica, de reivindicar aguas del mar Negro en el norte, el Egeo en el oeste, y el Mediterráneo en el sur. Obviando la violación del derecho internacional – de ahí su rechazo a firmar la UNCLOS – que esto implica, las aspiraciones turcas coinciden con un momento de crecimiento económico y estratégico en el que pocos de sus vecinos tienen capacidad de plantarle cara. Turquía es capaz de alternar sus prioridades para atender a las exigencias e imprevistos que países al norte, este, sur u oeste de sus fronteras le puedan plantear. Su posición geográfica le permite desde potenciar su papel de mediador en la guerra de Gaza, hasta ser fundamental en la guerra de Ucrania evitando el tránsito de buques rusos por el paso de los Dardanelos.
Aun así, el Egeo representa una de sus mayores debilidades. Ocupando Grecia la gran mayoría de las islas y aguas que lo componen, el Egeo ha resultado ser un depósito de recursos naturales excelente. Las constantes expediciones turcas en busca de depósitos de hidrocarburos reflejan la esperanza que han depositado en un fondo submarino que, en su gran mayoría, al menos legalmente, controla su rival milenario.
Las declaraciones de ambos dirigentes tras el encuentro confirman cierta mejora en las relaciones bilaterales. Por ello, es difícil de imaginar un conflicto militar. Ahora las tensiones se han trasladado al ámbito económico. La Unión Europea no puede dejar pasar la oportunidad de que uno de sus miembros controle potenciales depósitos de gas natural, tan escaso en el continente viejos desde que Putin se convirtió en enemigo. Así, aun siendo Turquía una mayor potencia contemporánea, el apoyo explícito de la UE a Grecia puede condicionar la disputa en el Egeo sobremanera. Desde Chipre hasta la roca más remota del Egeo, la disputa sigue viva.
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